Afrodita y el gym bro
Una cita mitológica

¡Oh no!
Era un día completamente normal en la vida del Tío Chris.
Esa mañana, mientras entrenaba pecho y tríceps con su gym bro Yoray —y a punto de quedar medio tieso del dolor—, estaban teniendo una conversación nada normal para el modo beast en el gym.
Yoray, un tipo fuerte, simpático, con bíceps más grandes que su ego pero con un corazoncito blandito, de pronto soltó:
—Bro… ¿crees que soy feo? —mientras se miraba en el reflejo de la máquina de espalda.
—¿¡Qué!? ¿De qué hablas? —pensé. Pero respondí—: ¿Feo tú? Pues... feo feo no eres. Además, a veces tienes bonitos sentimientos... Y para qué quieres ser bonito, dejarías de ser Yoray. Así como eres, me caes bien.
Yoray me miró con cara de “qué cruel eres, bro”.
—Pero bueno, ¿por qué dices eso? —le pregunté.
—Hace mucho no tengo una cita —respondió, suspirando— Desde la chica de las galletas que se molestó y me dejó de hablar porque le dije que quería dejar los carbohidratos...
Creo que nadie quiere salir con alguien que se emociona más por una proteína nueva que por el amor…
—Puuuues... ¿qué te dijera yo? —dije encogiéndome de hombros—. Yo no entiendo mucho esas cosas del amor, la verdad. Entre el trabajo, el gym, las aventuras con mis sobrinos y un buen plato de arroz con huevo un domingo de descanso… ¿para qué complicarse?
Salí del gym en mi cicla, pensando en lo que me había dicho Yoray. Y justo al pasar frente a un jardín de rosas hermosísimas, me distraje con lo bonitas que estaban… el color, el aroma, la tranquilidad…
¡Y pum! La llanta delantera chocó contra una piedra, y salí volando con todo y cicla.
Cuando abrí los ojos, ya no estaba en Amersfoort.
Estaba en una playa rosada, flotando entre flores gigantes, con aroma a perfumes que cantaban. Frente a mí, sentada en un trono de conchas brillantes, estaba Afrodita, discutiendo con sus fieles querubines: Leros y Liros.
—¡Christopher! —dijo Afrodita, con una voz suave como algodón de azúcar—. Hace siglos que no visitas mi isla.
—Bueno… no fue exactamente voluntario. Pero... ¿qué pasa con ustedes? Los noto algo bajitos de nota.
—Estoy cansada de dar consejos de amor —dijo Afrodita, suspirando dramáticamente—. Yo también quiero enamorarme...
—Y yo también quiero amor —dijo el pequeño Leros, volando en círculos.
—¿Acaso no soy suficiente yo? —respondió Liros, ofendido.
—Love wins —dije yo, como buen diplomático del corazón.
Y ahí, como un rayo en mi cerebro adolorido por el golpe, tuve una idea:
—¡Afrodita! ¡Tengo al indicado para ti!
—¿Es fuerte como Hércules? —preguntó, con ojos brillantes.
—Mmm... ¡seguro! —repliqué, tragando saliva.
—¿Tan sabio como la misma Atenea?
—De vez en cuando crea unas rutinas bastante buenas…
—¿Y tan guapo como Apolo?
—Mmm... pues... pues... ¿quieres una cita o no?
Los querubines intervinieron al instante.
—Igual te puedes quedar con nosotros —sugirió Leros—. Podemos criticar las otras diosas.
—¿Viste lo linda que se le ve la nueva toga a Hera? —añadió Liros.
—¡Si se pone la misma toga todos los días! —dijo Leros, soltando una carcajada.
Afrodita los miró con cara de “¡Oh noooo!”, se tapó la cara con el abanico y exclamó:
—¡Está bien, Chris! ¡Acepto la cita a ciegas!
—Pero eso sí... —advertí—. Tienes que actuar como si fueras una chica moderna.
Ella dudó. Se miró sus sandalias doradas de diosa antigua.
—¿Tengo que usar… zapatos cómodos?
—Sí. Y decir cosas como “jijiji” por mensaje.
—¿Y qué es “jijiji”? ¿Un hechizo?
—Más o menos.
Y así, sin querer queriendo, acababa de organizar la primera cita a ciegas entre una diosa olímpica… y un tipo que cree que el arroz con atún es cena romántica.
¡Ay no, peor!
Afrodita tomó un poco de polvo de astros entre sus manos, lo sopló sobre mí… y como por arte de magia, desperté de nuevo frente al jardín de rosas, rodeado de gente que intentaba ayudarme.
La bici estaba caída a un lado, yo tenía una flor pegada en la frente, pétalos por todas partes y una llanta más inestable que mi cabeza después del golpe.
Di las gracias, me sacudí como pude, y regresé a casa tambaleando. Ni bien llegué, le escribí de una a Yoray.
Yo:
Bro, no te lo vas a creer. Una amiga muy, muy, muy guapa que vive en una isla cerca a Madagascar (más o menos)— está de visita en Holanda y se me ocurrió que podrían salir a comer algo. Eso sí, es un poquito anticuada… pero es súper linda.
Yoray:
¡Me apunto! Necesito romance en mi vida, bro.
Entonces activé OlimposApp —como WhatsApp, pero con truenos, marcos dorados y stickers de dioses griegos.
Yo a Afrodita:
Todo está listo. Mi amigo te quiere conocer. Cita mañana, en la terraza del café de la esquina. Jeans. Nada de conchas ni coronas, por fa. Y recuerda: la belleza interior también cuenta.
Amaneció… y yo estaba más nervioso que si la cita fuera mía. Leros y Liros se mantuvieron conectados conmigo todo el tiempo vía OlimposApp, aunque discutían más entre ellos que la atención que me prestaban.
Y entonces comenzó la cita… y bueno… fue un desastre épico.
Afrodita llegó primero, como si hubiera estado esperando esa cita desde que Aquiles se lastimó el talón. Llevaba una blusa drapeada de seda que decía “LOVE IS ETERNAL” y una tiara cuidadosamente escondida bajo una gorra rosa.
Yoray llegó con camiseta ajustada (por supuesto), gafas oscuras y la energía de alguien que había hecho 3 series extra solo por si acaso.
Cuando él la vio, suspiró:
—Es la mujer más hermosa que he visto en mi vida…
Y cuando ella lo vio, pensó:
—Christian me las va a pagar.
Yoray, todo un caballero, intentó correrle la silla… pero se tropezó con la seda de la blusa de Afrodita, cayó de cara sobre el florero de la mesa y —como si fuera poco— el polen hizo de las suyas. En un abrir y cerrar de ojos, la nariz del pobre Yoray se inflamó y empezó a hablar como si tuviera un tapabocas invisible.
Afrodita, que aunque es diosa también tiene corazón, se sintió mal por él. Así que se sentó y decidió hacer de la cita algo lo más agradable posible.
Como no se le entendía nada a Yoray, Afrodita se encargó de pedir la comida… pero no contaba con que el menú estaba en holandés, y ella era experta en griego antiguo, algo de latín e italiano, y pues… inglés aprendido viendo MTV.
Los nombres del menú parecían jeroglíficos escritos por titanes con insomnio.
—“Lekkerbekje”... esto suena delicioso —pensó.
El plato llegó. Ella pensó que era pollo apanado. Pero oh, sorpresa: era pescado. Y oh, doble sorpresa: Afrodita era alérgica al pescado. Sí, aunque viva en una isla… la ironía es hermosa.
Resultado: ojos llorosos, narices goteantes, palabras intraducibles, y dos personas intentando sonreír mientras estornudaban en estéreo.
La cita fue tan incómoda como un leg day sin descanso.
Se despidieron con un abrazo lleno de estornudos, sonrisas incómodas y un par de servilletas arrugadas.
Afrodita caminó entre el jardín de rosas, perdiéndose entre el aroma con dignidad mitológica. Yoray… bueno, él se fue directo a la droguería por medicina para las alergias.
Mientras tanto, yo, Leros y Liros no podíamos parar de reír en el grupo de OlimposApp. Los dos tortolitos en busca de amor estornudaban... y nosotros, bueno, nosotros sí que disfrutamos esa cita a ciegas.
¡Ahhh claro!
Al día siguiente, en el gym, Yoray se me acercó con cara de filósofo cansado. Tenía la nariz todavía roja por las alergias y la voz más ronca que el cuervo de Odín, pero a mí no me importaba. Él es mi gym bro: no tan guapo, no tan inteligente, y tal vez un poco desafortunado en el amor… pero con un gran corazón.
—Bro… creo que la cita no salió muy bien.
—¿Tú crees? —le dije, mientras los querubines Leros y Liros me mandaban memes divinos por OlimposApp contándome el desastre en detalle… con gifs, emojis, y hasta una caricatura animada de Yoray cayendo en el florero.
De regreso a casa, en mi cicla, suspiré.
El amor a veces es complicado. Pero no hay nada más bonito que tener amigos que todavía creen en él, sobrinos que te hacen reír a distancia… y una buena historia absurda para contar en una tarde cualquiera.
Y así aprendí que…
“El amor es ciego… pero Afrodita no. Y aunque digan que eso de la belleza interior es excusa de los feitos, la verdad es que vale por mil (y no da alergia).”